Son tan jovenes, tan dicharacheras, tan únicas, tan auténticas. Intentan vivir la vida con intensidad, con tal intensidad que en vez de vivirla a veces da la impresión de que se la beben a largos tragos, llegando en ocasiones a atragantarse con ella. Pero se recuperan y continúan, y siguen siendo ellas mismas. Son mis jóvenes amigas lobeznas.
Compañeras de mis bailes en los claros del bosque, a la luz de la luna. Renovando con sus movimientos la sabia vieja que por mis venas va corriendo. Y renovándome con su presencia, aportándome la energía y fuerza que en ocasiones, me falta.
Confidentes ellas, de mis susurros a las hojas de los arboles del bosque, a las aguas de los arroyos que fluyen lenta, pero irremisiblemente , al viento que, ahora acaricia con su suavidad, ahora petrifica con su furia.
Veo mi reflejo en ellas. En esa juventud imperiosa, impaciente, impetuosa……..En ese deseo de saber, de conocer, de descubrir, de vivir….
Y ese reflejo me ayuda a seguir, a no vacilar, a no sentir (en ocasiones), a no sufrir (o al menos a intentarlo).
Gracias, mis niñas. Gracias mis jóvenes lobeznas.