Mi maestra, danzarina pertínaz e hiperactiva lobezna, está enferma. Ella es mi guía en uno de los aspectos mas fundamentales de mi vida: La danza. Pero a través de la danza, también me guía en otros muchos aspectos de mi día a día.
Cuando danzo con ella, exploto. Me salgo de mi misma y me reinvento. Voy buscando los huesos de los lobos ausentes para formar con ellos un esqueleto, insuflarle vida y que corra libre, y que viva libre. Y cuando, en un momento dado, un rayo de luna incida sobre él, convertirle en mujer salvaje. En la misma mujer salvaje en que me convierto yo, cuando danzo. En las mismas mujeres salvajes en que deberían de convertirse tantas y tantas lobas que, como yo misma, han vivido domesticadas, bajo la presión del lobo de la manada, sin dejarlas ser ellas mismas pero utilizándolas para ser ellos mismos.
Mi querida, queridísima maestra. La que tanto me da, que ante tu ausencia, me hundo, flaqueo, me siento perdida, me pierdo.
Retorna pronto entre nosotras, con tu ondulante movimiento de caderas, tu larga melena al viento y tu languidez, propia de tu naturaleza misma. Retorna a compartir con nosotras tu energía, a porporcionarnos un poco de tu luz, retorna a la danza. Retornanos a la danza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario